"El Mercurio" 3-VI-2011. Cartas al Director.
Nota del Editor: Durante un mandato alcaldicio que terminó el año 2000 se decidió eliminar parte de los frondosos árboles que daban sombra, frescura y engalanaban nuestra plaza. Y reemplazarlo por 27 delgadas palmeras que lucirían mejor en un oasis, resort playero o en Las Vegas.
Ellas serían los sucesores de otros árboles eliminados en pro de la modernidad y cuyos espacios fueron cubiertos por cemento para dar orígen a una "explanada ciudadana".
No se si en ese entonces se habrá hecho un estudio al respecto.
Leía en una revista científica francesa que no era llegar y extraer una palmera para replantarla en otro sitio. Había temas tan sutiles como era el hacerlo en la misma orientación en que se habían desarrollado. Si estaban mirando hacia el Norte, debían seguir mirando hacia el Norte en su nuevo habitat.
El caso es que se plantaron en la Plaza de Armas. Posiblemente tampoco se tomó en cuenta la construcción de las estructuras del Metro que deja muy poca tierra hacia abajo de las raíces.
Además tazas de estas especies no guardaban la relación correcta para un riego adecuado. De ahí que el agua se apozara y se produjeran hongos que pudrieron la base de estos centenarios gigantes chilenos.
El caso es que cada una de las palmeras tienen mas de 300 años. Si multiplicamos por las 27, nos da un total de 8.100 años. Nuestra civilización no tiene tantos.
Que tragedia la de estas muertes anunciadas causadas por la improvisación, prisa o ignorancia de alguien que a lo mejor pensó que dejaría un grandioso y eterno sello de su pasada por el municipio.
Acabo de pasar por la Plaza de Armas. Se pueden observar dos palmeras en vías de caer. Una frente al Museo histórico nacional y la segunda inclinándose hacia el Portal Fernández Concha.
Afortunadamente el actual alcalde ha tomado medidas preventivas.
Y deseamos que si la muerte de estas centenarias palmas es totalmente inevitable, haga volver a nuestra Plaza los acogedores y frondosos árboles que durante tanto tiempo fueron un símbolo de orgullo para los capitalinos.
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