viernes, 12 de abril de 2013

De la comida a la bebida. La deliciosa cerveza puede tener una venenosa sorpresa.

¡Sírvase el arsénico bien heladito!


La cerveza es una de las bebidas más antiguas, y también de las más consumidas a nivel mundial. 

Existen multitud de variedades, y sus propiedades beneficiosas han sido estudiadas con detenimiento en muchas ocasiones. Lo que no se sabía hasta ahora es que también contiene una sustancia tóxica en niveles  superiores a lo que se podía pensar. Se trata en concreto del arsénico.
La cantidad de arsénico que contiene la cerveza no es peligrosa. 
De hecho, se encuentra justo en el límite legal, que ,en este caso, es bastante conservador. Lo que llama la atención, y lo que ha motivado el informe publicado por el Instituto de Tecnología de Múnich, es que la cantidad que se puede encontrar es mayor de la esperada.
Para realizar su estudio, los investigadores han utilizado 140 muestras de cervezas que se pueden encontrar en Alemania. Como este país es uno de los mayores productores y consumidores de cerveza, realizan periódicamente análisis para comprobar la calidad de estas bebidas.
La sorpresa surgió al comprobar que la concentración de arsénico en la cerveza era mayor que en el agua que se utiliza para fabricarla. Los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud están en 10 microgramos de esta sustancia por litro de agua. Y la mayoría de muestras analizadas estaban todas por encima de este nivel.
Si el arsénico no provenía del agua, como se podría sospechar, tendría que venir de cualquiera de las otras materias primas con las que se fabrica. Por lo tanto, los científicos analizaron muestras de cebada, trigo, lúpulo y malta. También estudiaron las principales cepas de levadura de cerveza(Saccharomyces cerevisiae) que se emplean en la producción de la bebida.
Pero aún no tenían la respuesta. Los niveles de arsénico de todos los artículos que componen la cerveza no explican los niveles tan altos. Así que debía tratarse de alguno de los materiales que se utilizaban.
Cuando tuvieron claro dónde debían buscar, encontraron rápidamente la respuesta. Para que la cerveza embotellada tenga ese aspecto tan claro y cristalino, el resultado de la fermentación se filtra. Y es precisamente el material empleado para filtrar el que aporta el arsénico que no encontraban.
Se trata de diatomitas o tierra de diatomeas. Este material está formado por restos fósiles de muy pequeño tamaño de un tipo de algas, las diatomeas, que tienen un caparazón duro que las protege. Esta cubierta está formada por compuestos de sílice, pero también por arsénico, plomo y otros metales pesados.
Aunque los niveles no son peligrosos, y ni siquiera resulta aconsejable cambiar el material para filtrar la cerveza, es importante conocer el efecto que tiene. 
Especialmente porque la diatomita no se emplea únicamente en la fabricación de cerveza, sino de un gran número de comidas y bebidas.

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