jueves, 17 de febrero de 2011

Transantiago: La invasión de los Evasores.

Accedo a un bus con franjas verdes. Voy hacia el centro. Llegamos al próximo paradero y entra mucha gente. Varios por las puertas traseras. Unos pasan bajo el torniquete. Otros sobre el torniquete. Pocos dicen "permiso" y entran igual. Cinco se quedan al lado del chofer y no marcan su tarjeta Bip. y ¡Oh! ¡Algunos validan su pasaje!

Mas adelante, sube un señor, le abren la puerta trasera, porque lleva una rueda de automóvil. Viaja gratis y con un tremendo bulto que obstaculiza a quienes deseen descender.

Se varía el grupo con el ingreso de un vendedor de helados, un cantante, un músico con un equipo amplificador, un vendedor de lápices, un cuentero que le veo y escucho hace años diciendo que tuvo una operación, que no puede trabajar, que le da verguenza pedir. Sé que baja cerca del Hospital Barros Luco. Compra una bebida, "Las ultimas noticias" y toma otro bus para regresar a casa terminando su jornada de mentiras hasta el día siguiente.

Se asoma un lanza, mira el bus demasiado lleno, no sube. A lo mejor piensa que le pueden robar.

Una señora se cuela como con 4 niños. Le ceden el asiento. A medida que los pasajeros van descendiendo, todos los niños ocupan un asiento. Un pasajero paga y entra. Es anciano y discapacitado. Queda al lado de la señora que pasó gratis. Ella, no hace amago de tomar en brazos a uno de los niños. Y mira molesta al anciano que debería estar sentado.


En los buses sin torniquetes, hay otros personajes: La persona bien vestida que acerca la Bip al validador. Todas las veces suena la alarma y se enciende la luz roja.
Pone cara de ¡Que contratiempo mas inesperado! Y entra raudamente hasta encontrar donde sentarse.

En tiempos de clases, cursos completos de estudiantes dicen "con permiso" y pasan en manada. La última vez ni siquiera agradecían al descender.

Y está la señora con muchos paquetes que no puede sacar su tarjeta y pasa con la ayuda de algunos estoicos pasajeros.

Llego al centro. me bajo recordando las antiguas micros en que uno no debía ser acróbata para poder acomodarse. Todos los asientos iban al mismo nivel. Además, si se entraba por la puerta trasera, se podía enviar el dinero a través de una cadena de pasajeros solidarios y recibir el pasaje y el vuelto en un ratito más...

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con el artículo. Es increíble la cantidad de personas que no pagan en la locomoción colectiva. A modo de ejemplo, el otro día en la línea 301, desde el centro hasta mi casa (app 10KM), conté más de 30 personas que no pagaron pasaje. Por supuesto, en la medida que se iban desocupando los asientos, los iban ocupando, sin ceder el asiento a los adultos mayores que si pagaron.

En el Metro no es tan visible la evasión, pero si se produce otro fenómeno muy curioso..apenas las personas se sientan se quedan dormidas...¿será que pasa algo con los asientos?. Lo increíble es que todas "casualmente" se despiertan justo a tiempo para bajar. Tampoco son capaces de tomar a los niños, que no pagan pasaje y ocupan una cantidad de asientos considerables, en desmedro de discapacitados o adultos mayores...

Falta una cultura solidaria, que cuide a quienes han trabajado toda su vida y merecen un trato digno.