lunes, 7 de febrero de 2011

Nota desde Francia: El planeta amenazado por… la vejez

Alain Frachon Le Monde
De nada sirve sondear los misterios de la natalidad que en muchos países no es suficiente para garantizar el mantenimiento de la población. Es mejor que los Estados inviertan en guarderías y permisos por maternidad ante que pierdan su fuerza productiva.


Como lo quiere la tradición, al comenzar cada año los encuestólogos nos asestan una batería de sondeos pesimistas sobre todo.

Pero algunas cifras se escapan de está lógica. En Francia, todos los sondeos dicen que los habitantes no tienen confianza en el futuro. Piensan que sus hijos vivirán peor que ellos. Consideran que la economía va mal; el desempleo de los jóvenes los acosa, con toda razón. No obstante, el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos acaba de aportar una nota muy positiva: Francia, con poco menos de 65 millones de habitantes, es la campeona de la natalidad en Europa. ¿Moral a la baja, libido al alza?

Pero la natalidad francesa es una excepción en el Viejo Continente, que ahora más que nunca merece ese adjetivo. La mayoría de los países europeos viven una crisis de natalidad. Tanto en el sur católico como en el este de la Unión Europea, los indicadores de la fecundidad están estancados. En algunos casos descienden por debajo de los nacimientos necesarios para asegurar el simple mantenimiento de la población en su nivel actual.

La excepción francesa es más notable aún si observamos las grandes tendencias de la demografía mundial.

Según los cálculos de Naciones Unidas (en www.un.org/esa/population/), Europa está en la norma de un planeta que envejece, donde los aspirantes a una credencial de la tercera edad -60 y más años- constituyen una parte de la población que crece sin cesar.

DESACELERACIÓN

Que los discípulos del economista británico Thomas Malthus (1766-1834) se tranquilicen: el miedo está en vías de cambiar de naturaleza. Los malthusianos temían una sobrepoblación tal que los recursos del planeta no bastarían para nutrir. Los demógrafos temen ahora una población mundial que no cuente con los jóvenes necesarios para hacerse cargo de los viejos.
Explicación: el crecimiento demográfico se frena. En su edición especial “El mundo en 2011”, el semanario The Economist anuncia “el fin del auge mundial de la natalidad”. Ciertamente, probablemente a mediados de 2011 se producirá “el nacimiento del terrícola número 7.000 millones”. Pero la cifra esconde el inicio de la desaceleración del ritmo de crecimiento de la población mundial. Esta tardó alrededor de 250.000 años para llegar a los mil millones de personas (a principios del siglo XIX).
Transcurrió más de un siglo para alcanzar los dos mil millones (en 1927), pero se necesitaron poco más de treinta para alcanzar los siguientes mil millones (en 1960) y catorce años solamente para los siguientes mil millones, observa The Economist.
Las últimas dos etapas, para pasar a cinco mil y después a seis mil millones, transcurrieron en trece y doce años, respectivamente. Ahora bien, esa dinámica se va a invertir.
De aquí a 2050-2060, la población mundial habrá de estabilizarse alrededor de los nueve mil millones de habitantes, como resultado de una baja progresiva de la tasa de natalidad y de un aumento general de la duración de la vida.
“Hacia 2050, el impulso demográfico se reducirá casi a cero”, predice The Economist, “y el mundo estará en vísperas de conocer, por primera vez desde hace siglos, un límite en su población”.
“El planeta encanece”, tituló jocosa la revista estadounidense Foreign Policy de noviembre de 2010.

PELIGRO EL SIGLO ASIÁTICO

La reducción de la natalidad no afecta solamente a los países industrializados, sino que está bastante generalizada.
La Rusia de este principio de siglo ha perdido siete millones de habitantes con respecto de su población de 1991. “De los 59 países en los que la natalidad no es suficiente para garantizar el mantenimiento de la población, 18 están calificados por Naciones Unidas como ‘países en vía de desarrollo’”, dicho de otro modo, países del Sur.
Asia, que quiere presentarse como El Dorado del mañana, es uno de los continentes demográficamente en peores condiciones.

El politólogo Philip Longman escribe en Foreign Policy: “Los que nos anuncian un siglo asiático no se han dado cuenta de que esta región está entrando en una era de envejecimiento acelerado de su población”.

El caso de Japón es bien conocido, pero se pasa por alto el de Corea del Sur y de Taiwán, por ejemplo, que se le están acercando, así como el de China.

Con su política de hijo único, un índice de natalidad extremadamente bajo y los incesantes progresos de la salud pública, “China evoluciona rápidamente a lo que los demógrafos llaman una sociedad 4-2-1, en la que el hijo, una vez adulto, va a tener la responsabilidad de hacerse cargo de sus dos padres y de sus cuatro abuelos”, advierte Longman.

EL BENEFICIO DE LA ASISTENCIA ESTATAL

El envejecimiento de la población acaba finalmente pesando en su desarrollo económico. China deberá inventar el Estado asistencial para decenas de millones de mayores de 75 años. Y los pesimistas profetizan que será vieja antes de ser rica.

El buen ejemplo viene de Estados Unidos, donde una sólida tasa de natalidad, aunada a una inmigración dinámica, garantiza un notable equilibrio demográfico.

Viene también de Escandinavia donde, como en Francia y Gran Bretaña, las políticas familiares establecidas por el Estado han reactivado la natalidad.

En suma, de nada sirve sondear largamente los misterios de la natalidad. Es mejor establecer guarderías y permisos por maternidad.
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