Un sitio increíble, con lecturas entretenidísimas:
http://lillymarmat.blogspot.com/2011_01_01_archive.html
Y como muestra, una narración misteriosa y genial escrita por una chilenísima superjovendeltercermilenio:
Ángela corrió las dos cuadras que la separaban del teatro.
Sabía que llevaba un atraso de media hora, que tendría suerte si la comisión consentía en tomarle la prueba. Pero, aunque tenía pocas esperanzas de lograrlo, repetía en su mente las líneas del parlamento.
Lágrimas de frustración corrían por sus mejillas. ¿Cómo pudo atrasarse así? No tenía disculpa.
Ingresó sin aliento al vestíbulo del teatro. La puerta de la sala del examen estaba cerrada. ¡La comisión se encontraba allí! Aún había la posibilidad de que los convenciera de llevar a cabo la audición...
Un auxiliar se acercó a ella, solícito:
-Señorita ¿olvidó algo?
-¿Qué dice? ¡No! ¡ No olvidé la hora! Me atrasé por un problema en el Metro.
Y añadió implorante:
-¡Por favor! ¡Déjeme pasar cuando salga la otra concursante!
Se abrió la puerta y una joven de rostro enrojecido por la emoción salió estrujando un libreto entre sus manos.
Ángela, sin esperar un llamado, se precipitó adentro.
Los cuatro miembros de la comisión la miraron sorprendidos.
-¡Ángela! ¿Qué le pasa? ¿Se le presentó alguna duda?
La joven se quedó atónita ante la pregunta, pero luego reaccionó, ignorándola.
-¡Por favor! ¡Siento haberme atrasado! Les ruego que me tomen la prueba. ¡Me he preparado tanto para darla!
-¡Pero Ángela!- objetó uno de los examinadores-¡Si estuvo bien su audición! No es necesario que la repita. ¡No se deje llevar por la ansiedad! Hemos tomado notas de su desempeño y la evaluaremos a conciencia.
Y le mostró una página de su cuaderno, donde se veía una escritura apretada.
Ángela se quedó muda. No comprendía nada de lo que estaba pasando. La angustia por su atraso le nublaba la mente y por un instante pensó que estaba soñando.
Entró el auxiliar y la tomó suavemente del brazo para llevarla hacia afuera.
En la puerta había dos postulantes que la miraron con ansiedad, mientras esperaban su turno para ser llamadas.
Salió a la calle y vio a un grupo de gente que hacía fila para tomar el autobús. Entre ellos, divisó a una joven vestida igual que ella, con su mismo cabello rubio recogido en la nuca con una cinta negra y que llevaba en la mano unos papeles que estrujaba con nerviosidad.
Por un instante, se volvió hacia Ángela. Sus ojos se encontraron y fue como si ambas se miraran en un espejo.
Ángela se vio a sí misma subir al bus. Era ella, que por un segundo, la observó a través del vidrio y luego se sentó tranquilamente, mientras el bus partía.
¿Qué significaba eso? ¿Es que había alguien en la ciudad igual a ella, que vivía su misma vida y que llevaba su mismo nombre?
Se sentó en el banco del paradero, incapaz de mantenerse de pié.
¿Era esa joven quién la había suplantado en la audición?
Volvió a su casa como sonámbula.
Su madre la vio entrar con preocupación y le preguntó:
-¿Cómo estuvo el examen? ¿No olvidaste tus líneas?
Ángela titubeó un momento, pero prefirió mentir.
-Bien, mamá. Me fue bien. La comisión pareció satisfecha.
-¡Qué bueno, mi niña! No me extraña. ¡Estoy segura de que te van a llamar!
Pero, pasó una semana y el teléfono permaneció mudo.
Fue hasta el teatro y vio un aviso en un diario mural. Habían escogido a otra.
¡No podía ser!
Se preguntaba, si hubiera sido ella y no su doble quién hubiera dado la prueba ¿entonces, habría obtenido el papel?
Sintió un intenso odio hacia aquella impostora que la había mirado al subir al bus, con un aire de tranquilidad e indiferencia, como si su presencia no la inquietara en lo absoluto.
Muchos días vagó por la ciudad, buscándola.
Sentía que su vida ya no le pertenecía. Ahora sabía que había alguien más que estudiaba teatro ( ¿en qué Escuela, en qué Academia?) ,que habitaba en otro barrio, que tenía tal vez otra familia, pero que era idéntica a ella y que se llamaba Ángela también.
Pensó averiguar en el teatro donde se había realizado la audición, pero no tuvo valor para hacerlo.
No sabía si estaba viviendo un sueño o si existía otra dimensión en la cual se movía su doble. Pero si así fuera ¿cómo entonces la había suplantado?
Una noche fue al teatro, a una función en la cual una amiga suya desempeñaba un pequeño papel en una obra mediocre.
La esperó en el camarín mientras se quitaba el maquillaje y en compañía de otros actores, fueron a un bar cercano a tomar una copa.
Un ruidoso grupo de jóvenes salía en aquel instante, y Ángela creyó distinguir entre ellos a quién se divertía en suplantarla.
Llevaba la misma chaqueta que ella usaba y su pelo rubio caía liso en dos bandas a los lados de su rostro, tal como Ángela se había peinado esa noche.
Por sobre los hombros de sus acompañantes, sus ojos se encontraron.
Ángela se desprendió del grupo y quiso correr hacia ella, pero la vio subir a un automóvil y alejarse.
La calle estaba oscura, pero notó claramente que "la otra" la miraba por el vidrio trasero del vehículo.
Su cara mostraba la misma impasibilidad del primer encuentro. Incluso un mohín de burla levantaba las comisuras de su boca.
Una nueva inseguridad la atormentaba. Empezó a dudar de su identidad, a preguntarse si Ángela era realmente ella o la otra.
Si después de todo, aquella advenediza era la verdadera y ella tan sólo su reflejo.
El aplomo y la indiferencia con que la otra la miraba, la hacían pensar que estaba consciente de ser ella la auténtica Ángela.
Día a día sentía debilitarse su realidad, como si se estuviera desdibujando lentamente. Igual que una pintura de acuarela en la cual un exceso de agua diluye los contornos, dejando tan sólo manchas borrosas.
Decidió esperarla en aquel paradero donde la había visto por primera vez.
Algún día tendría que bajarse o subir a un bus, puesto que seguramente vivía en algún barrio por donde pasaba ese recorrido.
Todas las mañanas se sentaba ahí, incapaz ya de ir a clases ni desarrollar ninguna de las actividades que antes llenaban su vida.
¿Para qué, si había otra que vivía una existencia paralela y que un día vendría a desbancarla, a arrebatarle su identidad?
Una tarde la vio bajar de un autobús.
La extraña se encaminó directamente hacia ella y a medida que se acercaba, la joven sentía que su cuerpo se iba diluyendo y que ella misma dejaba de existir para darle paso a la verdadera Ángela, que, segura y sonriente, llegaba para tomar el lugar que le correspondía.