Por don Manuel Martínez Opazo*/ /Blog Columnistas
Transcripción total del diario La Nación Online.
Lunes 8 de febrero de 2010.
Ilustración por RicardoAliagaBascopé
"No nos damos cuenta que nuestra pequeñez nos impide observar que están cansados y que si su mente flaquea no es porque se hayan vuelto idiotas, sino porque la vida también cansa.
La señora María es una anciana. No es la que han usado para ejemplificar alguna actividad social. Ella era la conserje del edificio donde tuve mi oficina hace un tiempo, por donde pasé el mes pasado.
Pregunté por ella y para mi sorpresa la administradora determinó prescindir de sus servicios el 31 de diciembre.
Como para premiarla fue enviada a un asilo de ancianos. No se preocuparon de los detalles y la separaron de su gato regalón.
La vieja no sirve, metámosla en un asilo y aprovechemos de tener otra pieza para arrendar. Éste es uno de los miles de ejemplos que podríamos tener sobre cómo tratamos a nuestros ancianos.
Los desechamos como trastes y en algunas ocasiones hasta deseamos que se mueran pronto, para no tener que gastar en ellos.
El que no produce no es útil al proyecto de una sociedad insensible, pero que se jacta de ser solidaria.
Hacemos campañas para Haití o creamos cruzadas por cuanta catástrofe exista, pero en cuanto a los nuestros, ¿dónde está la mano hermana para los que brindaron su entusiasmo y trabajo para darnos la posibilidad de caminar como bien hoy lo realizamos?
La soledad es una opción en muchos momentos, pero estar solo y viejo puede convertirse en una desgracia, más si la familia nos olvida.
Los ancianos son como los niños, con la diferencia de que los niños son inocentes y los ancianos han vuelto a descubrir la inocencia pero incorporándole la sabiduría de una historia recorrida. Los ancianos en las comunidades indígenas son respetados.
Las antiguas civilizaciones los usaban como gurúes, a ellos se les consultaban las decisiones más complejas; hoy nuestra forma de enfrentar la vejez nos enseña que ellos ya cumplieron, que después de cierta edad no son productivos y por eso los disminuimos.
No nos damos cuenta que nuestra pequeñez nos impide observar que están cansados y que si su mente flaquea no es porque se hayan vuelto idiotas, sino porque la vida también cansa.
En el atardecer debemos entender que es bueno dejar que ellos se encuentren con el paso más complejo del existir.
Pucha que nos cuesta con nuestros iguales, qué fácil es enviar a la María a un asilo, así nos sacamos el cacho de encima, pero le estamos quitando una distracción que la dejará inactiva y que la llevará al atrofiamiento total.
En Europa existen -las pude conocer- las granjas de autogestión, donde matrimonios que jubilan o adultos solos pueden libremente vivir. Ahí siguen ejerciendo el oficio de su vida, pero con otro nivel de exigencia.
Logran un ingreso adicional a su jubilación, pueden compartir con personas de su edad y seguir sintiéndose un aporte: esto es entender que la calidad de vida no es sólo para el joven, todos necesitamos la actividad.
Somos como máquinas que si no se usan se comienzan a estropear y terminan botadas antes de tiempo.
La señora María era una señora jodida y casi insoportable hasta que un buen día algo la hizo cambiar.
Se puso agradable, se acercó a los que participábamos del edificio. Un amigo le preguntó qué le había pasado y su respuesta fue simple: “Me di cuenta que vivir amargada es acortar la vida, amargar a los demás es cosa de viejos odiosos”. Ésta es la sabiduría de entender que podemos ser mejores con nosotros mismos y con los demás.
La señora María es sola, sólo tenía su gato. Un día con los ojos llenos de gracia o de melancolía me contó que estaba de cumpleaños, quería contarle a quien fuera que también cumplía años, que era otro igual a usted que lee.
Así son los ancianos: limpios, claros, sin complejidades. Han logrado volver a la inocencia, han vivido para darnos lecciones cuando menos las esperamos.
Ojala que ella esté bien donde se la hayan llevado, ojala que no maltratemos a nuestros viejitos y los cuidemos por lo mucho que nos cuidaron a nosotros. Creo que la solidaridad debe comenzar a manifestarse así.
El resto es muchas veces sólo para aparentar o para tener un currículo de lo bueno que nos queremos ver frente a nuestros pares".
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