miércoles, 29 de octubre de 2008

Acerca de: Transantiago, Metro y la ciudad...

 En el Transantiago, aunque hay asientos anaranjados, la gente no los entrega a quienes deberían ocuparlos. Quizás, si alguna vez mejorasen la señalética, para un medio que se dice tan moderno (es tan novedoso que parece que aún es nonato), a lo mejor los pasajeros se darían por aludidos. Imagino unos letreros bien grandes, colorinches ¡Escandalosos!: Con flechas señalando al pasajero que se hace el que no sabe nada. ¡Capaz que den resultado!
 En general el diseño usado en los buses y paraderos deja bastante que desear. Es minimalista total. Posiblemente eso le signifique un ahorro, pero es un ahorro que sacrifica la eficiencia del resultado final. De esta manera la inversión se torna en despilfarro.

 No es posible que con tantas Teletones las personas aún ven a los discapacitados como fenómenos, seres inútiles, estorbos.
 Leo en "El Mercurio" que en el mismísimo Metro, en algunas estaciones, en horas peak, se detengan las escaleras mecánicas "por seguridad". Y que, si un discapacitado las precisa o pregunta, le han respondido. "Si no le gusta. ¡Use el Transantiago!".
 A propósito de Metro: ¿Saben como encontrar el ascensor para salir a la calle en el Metro Estación Baquedano? No hay ni letreros que ayuden. Personalmente, cuando llegué a tener un 45% de discapacidad total, la única manera de salir fue usando las escalas, no mecánicas, como las personas "normales".
 Cuando compré y decidí estrenar al tiro mis bastones canadienses, se me ocurrió bajar desde la Alameda, frente a Santiago Centro, al mismo andén de la Estación Universidad de Chile. En algunos tramos de las escalas no había pasamanos. Puede que sea tramos de tres o cuatro peldaños, pero, para una persona con problemas, pueden resultar insalvables y peligrosos. Eso me sucede en el acceso del metro Bilbao. En el Metro Escuela Militar, hacia Américo Vespucio. En este megaproyecto, en que se gastaron tantos millones de dólares, me parece que, una vez mas, los discapacitados no fueron tomados en cuenta.
 Unos meses ha, en el Metro El Parrón. Salí hacia el ascensor de discapacitados. Eran las 22.30 Hrs. ¡Y el ascensor estaba fuera de servicio! Pregunté a un guardia de seguridad. Me dijo que a esa hora el ascensor era desconectado. Apoyado en mi bastón intenté, con éxito, y un poco de temor, acceder a la escala mecánica. En el trayecto vi a una señora de edad mayor que la mía, que intentaba acceder al primer peldaño de la escala normal de salida. Se veía que tenía dificultades mucho más grandes que las mías. De hecho, yo había recorrido el primer tramo hacia la salida, y la dama aún no podía poner el pié en el primer escalón. Le pedí al guardia que reconectase el ascensor. Dijo que no le era posible. Pero tampoco había hecho ningún esfuerzo por ayudar a la minusválida. Y, como me encontraba en una situación de no ser útil, tomé la segunda escala y abandoné la estación. No supe como se las arregló la indefensa pasajera.
 Hace poco mas de un año, fui a visitar a un amigo que estaba en la UTI del centro Santa Rosa de Apoquindo,de la Universidad Católica, era una tarde de lluvia. Las lujosas baldosas de la entrada, pulidas al extremo para ser lo más brillantes posibles, con el agua eran en extremo resbalosas. La goma de mis bastones no se adhería en absoluto, era una situación muy peligrosa,  tanto que una gentil dama de la recepción se dio cuenta, salió de su espacio y me ayudó a entrar.

 ¡Como deseo que alguna vez todos estos megaproyectos tan grandiosos, que acentúan la brecha entre los que tienen mucho y los que nada tienen, considerasen a los seres humanos en el diseño de las ciudades!: Ciudades para seres humanos, no ciudades para vehículos que contaminan de tantas maneras y que son mas que de placer, instrumentos de muerte y de diferenciación social que incentiva al delito.

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