Acabo de leer en ligas mayores el testimonio de Willi Kaufmann y su terrible experiencia en un bus del Transantiago. Al respecto escribí el siguiente comentario:
Me parece que en esto de los transportes, los mayorcitos somos como solitarios náufragos.
No existimos, salvo cuando necesitan de nuestros votos.
No existimos para quienes diseñaron estos buses cuncuna. Con sus asientos estrechos, incómodos y, a veces, de muy difícil acceso, por la altura en que están ubicados. Con interiores inseguros, a veces no hay de donde tomarse. Los timbres para solicitar detención están ubicados como a la buena de Dios. Hay puertas que en algunos buses no se abren (la que sigue a la entrada por donde suben los pocos que pagamos el pasaje y también los muchísimos que pasan bajo los torniquetes). Con choferes que parece que van en la mas profunda de las meditaciones. Y con pasajeros haciéndose los dormidos cuando hay embarazadas, ancianos o personas con discapacidad. (Esto último se ve también en nuestro ex-glorioso Metro).
Espero que llegue el día en que los que diseñen estas maravillas, hagan uso de ellas para que vean todas sus falencias y hagan ¡Al fin! Un diseño uniforme y apto para seres humanos.
Si ahora nuestros medios de transporte adolecen de tantas deficiencias y están colapsados. ¿Como irá a ser cuando mas de 11.000 hectáreas de tierra, que circunvalan Santiago, sean desafectadas para que este monstruo que es nuestra capital crezca aún más? ¿Como circulará el ya saturado parque automotriz en esas zonas donde se construyen esas megatorres para miles y miles de personas? Y nuestro contaminado aire ya no será tal, sino un gas espeso y letal.
Creo que en nuestro próximo Bicentenario habrá mas lamentos que celebraciones...
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