jueves, 10 de noviembre de 2016

Imagen refrescante que ya no está. Santiago centro: ¿Modernidad o Mediocridad?

Año 1985. Paseo Ahumada con calle Compañía:
Rumorosas fuentes refrescan a los niños y grandes . 
Hoy, gracias a un extraño concepto de progreso,
el adoquín y el cemento tórridos reyes de la calle.

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Hace  mucho tiempo que no iba al centro de Santiago.

Tomé el Metro y, a poco de andar, pensé que esta en una feria libre: Vendedores de variados productos. Pseudocantantes y cómicos de baja estofa. 

Con equipos amplificadores que, sumados al ruido normal del tren, superaban los decibeles necesarios para dejar sordos a los pasajeros.

 Los comerciantes, vendida su mercadería, ocultaban bajo los asientos, los envases vacíos. Algunos que por tamaño y cantidad, podrían causar caídas a quienes pagan por viajar tranquilos.

Logré salir desde la estación Santa Lucía, en pleno centro y sin ascensor para discapacitados.

Frente a la Biblioteca Nacional, una serie de carritos de vendedores de jugos u otros alimentos. Manipulaban dinero con las mismas manos con que preparaban sus bebestibles. 

¿Donde estaban los de Sanidad que sólo aparecen en la TV clausurando restaurantes o fuentes de soda en vísperas de fiestas importantes?

 Llegué al Paseo Ahumada: Creí estar en la Corte de los Milagros de la novela "Nuestra señora de París". 

Los espacios para los paseantes, ocupados por cuadras de comerciantes. Iluso:  Imaginé a los inspectores de Impuestos Internos, rastreando acuciosamente a los importadores de mercadería que evaden miles de millones de pesos en impuestos a la compra-venta, surtiendo a estos vendedores ya no tan ambulantes.

Vi puestos con colgadores de ropa. No me habría extrañado haberme encontrado con carpas-probadores y espejos. 

Mezclada a la vocinglera algarabía, con equipos de música mas potentes que los que vi en el metro, pseudos conjuntos folklóricos amplificaban sin límites lo que creían era cantar. 

Acalorado, busqué una de las fuentes para beber. Ya no estaban. Desde la autorización a los kiosqueros para vender gaseosas, las fuentes "se echaron a perder" o fueron eliminadas. 

Antes había en el Paseo Ahumada, en el Paseo Estado, también en calles Teatinos y Agustinas, frente a la Plaza de la Constitución. 

Llego al corazón de Santiago, la Plaza de Armas, ahí sacio mi sed.

Trato de ver cual fue la famosa "transformación" que significó por meses el cierre de ese espacio.

Recordé, años ha,  a los guías mostrando a los turistas un alto cerco de madera diciéndoles que detrás de esa valla se encontraba la Plaza. Y a los turistas,  empinándose con sus cámaras en alto, tratando de fotografiar la parte superior de la estatua de Pedro de Valdivia.

 Veo que la trasformación fue disminuir las áreas verdes.  Habiendo tantos frondosos árboles chilenos, que requieren de menos riego que las palmeras con las cuales trataron de reemplazar lo nacional.



Hay menos palmeras, muchas apuntaladas para que no caigan sobre los viandantes. 

¿Sabían que no es llegar y plantar palmeras? Leí en una revista científica francesa que cada palmera tiene una orientación fija de Norte a Sur y de Este a Oeste.

En el momento de extraerlas para reimplantarlas, hay que tomar nota de su orientación para hacerlo. Si no se toma en cuenta, su vida será mas corta al ser forzada a adaptarse a este cambio.

Lo nuevo de esta Plaza se llama "La planicie" creada para ser usada en solemnes actos oficiales. Por ahora, esta siendo ocupada por peruanos, haitianos, uno que otro chileno y algunos aprendices de pintores con ínfulas entre Da Vinci y Dalí.

 Sigo hacia la calle Compañía, en las cercanías de la Plaza, el pavimento de la calle está más alto que las veredas. ¡Sensacional! ¿Como será cuando llueva y el agua inunde el espacio para los peatones?

 Me desplazo hacia la calle San Antonio: Oferta sexual las 24 Hrs. del día. Prostitutas de toda facha invitando a "¿ vamos a casarnos m´hijito?

  Enfilo hacia el Metro Plaza de Armas, en Monjitas con 21 de Mayo:  Una larga fila de ciudadanos de la tercera edad, discapacitados, madres con coches para bebés, esperando un lento ascensor, con capacidad sólo para 4 personas.



Otro logro de los que planifican los transportes desde sus oficinas, y no desde el mundo real.

 Cansado, abrumado y desencantado de este tan negativo remedo de progreso, emprendo el retorno a mi hogar. 

Allí me esperan los portonazos, robos, asaltos e inseguridad a toda hora, con impunidad totalmente garantizada por leyes obsoletas y mal aplicadas, que también son parte de la normalidad de un país que se precia de moderno.



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